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Ernesto Laclau y el populismo (Parte 1): Caso García

  • Foto del escritor: Maria Alejandra Llosa
    Maria Alejandra Llosa
  • 19 ago 2021
  • 5 Min. de lectura

Actualizado: 17 ene

Escribe María Alejandra Llosa


¿Cuál es el límite para defraudar a la ciudadanía a través del empleo consecutivo e indiferente del populismo como “herramienta” política?

En su libro La Razón Populista, el escritor argentino Ernesto Laclau rechaza el carácter peyorativo que se le atribuye al término “populismo” y defiende que, cuando existe una crisis de representación, el “populismo es una gran herramienta democrática para recoger la cadena de demandas que tiene la población". Según señala el escritor, esas demandas las recoge el populismo en su conjunto, sin particularizar alguna; por tanto, nociones como "patria" o “pueblo”, por ejemplo, pueden servir para aglutinar esperanzas y expectativas que al llevarse al terreno de lo concreto son difíciles de describir a detalle.


Para que el populismo sea efectivo políticamente, su significante, dice Laclau, no puede adherir a significados particulares, sino que tiene que ampliarse a toda la cadena de las individualidades, y cuanto más extendida es la cadena, mejor. Según el autor argentino, para entender el populismo hay que entender primero la constitución de las cadenas equivalenciales; segundo, la forma en que ciertos significantes se desprenden de esa cadena equivalencial y pasan a ser hegemónicos, es decir pasan a representar la totalidad de la cadena; y, tercero, que esos significantes hegemónicos pasan a ser significantes vacíos.


Algunas definiciones importantes

Significante hegemónico: Particularidad que, sin dejar de ser particular, asume la representación de una universalidad o totalidad inconmensurable.

Cadenas equivalenciales: la unidad del grupo (pueblo) está dada por la articulación entre demandas (demandas sociales) en torno a la representación de un significante vacío. Cada demanda en su insatisfacción implica un reclamo al orden establecido,

y forma una cadena con otras demandas diferentes pero que tienen en común la insatisfacción ante el orden vigente.

Significante vacío: Aquello a lo que, supuestamente, no le corresponde ningún significado.


Los significantes vacíos, según señala Laclau, son términos que no significan nada, pueden llenarse de contenido según quien los utilice, según las demandas que se detecten en la masa. Ejemplo: se puede decir que uno es “aprista” o seguidor del aprismo por identificación, generalmente sin conocer a detalle, o punto por punto, qué quiere decir el aprismo en específico. Si salimos a la calle y entrevistamos a varias personas nos daremos cuenta de que pocas nos pueden decir qué es el aprismo con especificidad. Por eso, por ejemplo, el aprismo de Del Castillo es diferente del aprismo de Mulder, no siempre responden al mismo argumento.


Para entender el populismo hay que entender primero la constitución de las cadenas equivalenciales; segundo, la forma en que ciertos significantes se desprenden de esa cadena equivalencial y pasan a ser hegemónicos, es decir pasan a representar la totalidad de la cadena; y, tercero, que esos significantes hegemónicos pasan a ser significantes vacíos.

El populismo de Laclau

El populismo articula una serie de fuerzas heterogéneas que no pueden ser integradas orgánicamente dentro del sistema institucional vigente. La política es una práctica discursiva específica. Ernesto Laclau indica que “El populismo no es en sí ni malo ni bueno: puede avanzar en una dirección fascista (de derecha) o puede avanzar en una dirección (fascista) de izquierda. El maoísmo, por ejemplo, fue un movimiento populista en el cual las masas de China, que estaban desorganizadas por la invasión japonesa, consiguen una expresión a través del Partido Comunista. Pero también fue populista el fascismo italiano. Otra vez: el populismo no es ni bueno ni malo: es el efecto de construir el escenario político sobre la base de una división de la sociedad en dos campos".


Pues bien, el populismo, agrega además Laclau, no es un cúmulo de falacias cuando las masas populares excluidas se incorporan a la base democrática o a la arena política. Según el autor, lejos de ser un obstáculo, el “populismo es la garantía de la democracia, evitando que esta se convierta en mera administración". El gobernante o líder político es el símbolo de los gobernados, pero los gobernados crean las bases para la constitución de este líder. Laclau comprende la hegemonía como eficacia política, indica que la cadena de significantes está en constante flujo, que incluye las demandas generales de una ciudadanía desatendida, construye un sujeto popular y logra la máxima eficacia política a través de la identificación de la masa con el líder.


Populismo como oferta vs populismo como acción


Habiendo descrito ejecutivamente las ideas de Laclau, recogidas en La Razón Populista, considero que el populismo no puede ser indiferente a la democracia constitucional, ni tampoco puede, por la premisa de “el fin justifica los medios”, ofertar nuevas “soluciones”, aparentes y precarias, que en el fondo sólo van a ampliar las denominadas demandas sociales que se convertirán en un futuro en cadenas equivalenciales.


Si como indica Laclau, el populismo es un significante vacío, la democracia tiene unos valores fijados en la constitución que deberían servir como parámetro aspiracional que justamente limitaría las pretensiones de la oferta facilista y perversa que los líderes de turno (aquí podríamos poner de ejemplo a Pedro Castillo) pueden traer a los escenarios políticos por capricho o interés. Entendamos que una cosa es el populismo como oferta y otra cosa es el populismo como acción. Justamente al intentar llenar ese significante vacío con ofertas que en el futuro no serán una realidad, se deteriora aún más la relación del Estado con los demandantes, la ciudadanía, generando nuevos significados en las cadenas equivalenciales.


Entonces, refiriéndonos puntualmente a la frase de Laclau de “el populismo no es bueno ni malo”, ya que es entendido por el autor como un “significante vacío”, sería interesante preguntarnos: ¿Cuál es el límite para defraudar a la ciudadanía a través del empleo consecutivo e indiferente del populismo como “herramienta” política? ¿Si ese límite existe, entonces el populismo puede seguir siendo entendido como "neutral" por algunos?


El Caso García: el populismo según se requiere


Para esquematizar mi punto de vista, contrario a la teoría de Laclau, quiero poner como ejemplo al fallecido ex presidente García Pérez. El llenado del significante vacío con ofertas que en el futuro no serán una realidad y que deterioran aún más la relación del Estado con los demandantes (ciudadanía), generando nuevos significados en las cadenas equivalenciales (demandas insatisfechas), y que además defrauda una y otra vez las expectativas, calza quizás con la filosofía del populismo de García Pérez en ambos periodos de gobierno.


Recordemos las facetas de García: la primera, en los ochenta, García se caracterizó por un populismo revolucionario, de doctrina, una singular adaptación del marxismo al contexto latinoamericano de integración continental. Su gobierno se caracterizó por la hiperinflación y por diversos actos de corrupción que involucraban a miembros del régimen aprista. En su segundo gobierno, el populismo de García fue más de continuidad que de cambio. El mantra más importante fue la mínima intervención estatal y el máximo acaparamiento de la élite privada. El país, al interior, sufrió por profundas desigualdades y falta de oportunidades. Aparentemente, García siempre supo lo que Laclau señala y lo usó para armar un discurso que en cierta medida defraudó al electorado peruano, en dos oportunidades.


Si como dice Laclau, el populismo es un significante vacío, García Pérez, siguiendo la lógica del “populismo no es bueno ni malo”, cambió su discurso populista de izquierda de los años ochenta, con el que afectó la economía nacional, por otro discurso populista de derecha en los dos mil, que respondía, como dice Laclau, “a las nuevas demandas de las masas”, para administrar un Perú que macroeconómicamente acababa de subirse en una ola de bonanza. Este es únicamente uno de muchos ejemplos, de dos caras, que nos puede ayudar a entender lo perverso que es el empleo indiferente del populismo cuando se le considera, a gusto y conveniencia, como una valida "herramienta democrática" de movilización de demandas ciudadanas.


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